No sé qué tiene el invierno. Lo coges con ganas, pensando en chocolates calientes, nieve, bufandas de lana y arrumacos bajo el nórdico de la cama. Pero te agota. Sus cielos grises caen a plomo sobre tu espíritu, y poco a poco, tú misma te vuelves una sombra gris, como sus nubes de lluvia.
El invierno se bebe tu vitalidad. Poco a poco. Discretamente, pero imparablemente. Hacia diciembre aún lo disfrutas, cuando todavía te quedan reservas de calor y la marca del bañador no se ha borrado en tu pecho. En marzo tu cuerpo tiene ganas de gritar, y tus piernas entumecidas por el frio quieren correr y instalarse en el otro hemisferio. Vestir faldas de flores, y enseñar los dedos de los pies. Saltar, correr por la playa. Librarse de ese gélido inquilino que ha traído el hielo a tus sueños y a tu corazón.
En invierno el miedo da más miedo. Invierno deja solos: a tí y a tus dudas. A tí y a tus miedos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario